Cuenta la leyenda que debemos el descubrimiento del té a Shennong, el dios de la agricultura y la medicina china. Así, este personaje mitológico se habría deleitado con toda clase de infusiones herbales en tiempos ancestrales. Con la extensión gradual de las plantaciones domésticas de té por toda China, se consolidó igualmente la raigambre de esta planta oriental, que algunos tildan de “mágica”, en las vidas, cultura y valores del pueblo chino. Los anales clásicos nos permiten vislumbrar hasta qué punto el té chino ha gozado de inmenso valor práctico y ricas connotaciones culturales en la historia de China y más allá de sus fronteras.
El conocido como Clásico de materia médica de Shennong, considerado como la obra más temprana sobre medicina herbal china, con más de dos milenios de antigüedad, detalla las propiedades medicinales de esta planta, rica en vitaminas, proteínas, aminoácidos, azúcares, minerales, oligoelementos y nutrientes varios. Asimismo, el té contiene polifenoles, cafeína, lipopolisacarida y otros ingredients responsables de su efecto refrescante como bebida. Durante la dinastía Tang (618-907), el té era la bebida de elección de los monjes para sus sesiones de meditación, por ser de gran ayuda para mantener la concentración. Complementario a este volumen es el llamado Clásico del té, obra de Lu Yu, conocida también como toda una “Enciclopedia del té”. En efecto, este tratado no solo representa un registro detallado de la historia y arte del té, sino que también supuso una elevación del té, en principio un asunto cotidiano, a la categoría de exquisita manifestación cultural. A través de dicha categoría se promovió el desarrollo de toda una cultura del té chino, otorgándole así el lugar que merece en la historia clásica.
La cultura del té chino “prosperó en la dinastía Tang y floreció con plena vivacidad en la dinastía Song”. Los literatos y poetas del período Song (960-1279) consideraban el té como un placer elegante y de buen tono, y así lo recogieron en numerosas obras hoy por todos conocidas, imbuidas de la fragancia de esta bebida. El carácter ligero del té guarda consonancia con el carácter noble y ajeno a ambiciones y codicias de un hombre virtuoso, convirtiéndose así en un obsequio entre literatos y hombres de gran erudición. Los literatos infundieron al té el espíritu del “Tao”, combinándolo con sentimientos y valores de modestia, respeto y ambiciones elevadas. El té se convirtió así en un elemento imprescindible de las felices reuniones en los círculos literarios, acompañando a otros placeres como la contemplación de bellos paisajes y la conversación entre almas guiadas por idénticos valores intelectuales y estéticos. Es así como esta práctica alcanzó un carácter histórico en cada uno de sus pasos: no sólo en lo que respecta al hervido y ebullición de las hojas de té, sino también en lo que concierne al disfrute de la bebida, sujeto a un refinado protocolo en el que intervienen toda clase de elementos, desde el acto de pedir té hasta la distinción entre diversas especies.
Reza así un antiguo dicho en China: “Siete cosas no pueden faltar en la casa del pueblo: la leña, el arroz, el aceite, la sal, la salsa de soja, el vinagre y el té.” Estas palabras reflejan claramente, pues, que el té es especialmente omnipresente en las vidas de la gente de a pie. La selección, manufactura y transporte del té en China ha correspondido a lo largo de la historia a los trabajadores más humildes, los auténticos creadores de la historia del té. Son ellos, con su labor física a lo largo de los siglos, quienes han redactado con diligencia y sabiduría el que realmente representa el mayor y más intangible volumen sobre el té. La tierra y el agua son inherentes al té, y las costumbres locales dictaminan el uso de todo tipo de utensilios y menaje (woks, placas de bambú, cámaras de vapor, etc.), así como técnicas clave como la eliminación de encimas oxidantes, el amarilleado, enriquecimiento, marchitado, la fermentación, el almacenaje, perfumado, etc. Estos artesanos son también los responsables del desarrollo de las que se conocen como las seis variantes principales de té: té verde, té amarillo, té negro, té blanco, té oolong y té rojo. Bajo estas seis categorías principales se agrupan un total de más de 2000 derivados que satisfacen las diversas necesidades del público en términos de color, aroma, sabor y formas de la hoja.
Junto al desarrollo del té, el pueblo chino promovió de manera activa el intercambio entre civilizaciones. Desde la antigua Ruta de la Seda y la Antigua Ruta del Té y los Caballos, hasta la Ruta de la Seda Marítima del siglo XXI, el té ha viajado a través de la historia, cruzando todas las fronteras para llegar a las mesas de personas en todo el mundo que aprecian y perciben la vasta tierra de China, sus recursos y la profundidad de su cultura desde su propio rincón del mundo.
¡Son bienvenidos pues, queridos amigos, a la tierra natal del té!